¿Tucumán tiene basquetbolistas campeones del mundo? No… ¿O sí? Mucho antes de que Lucas Victoriano fuera parte de la historia del básquet argentino en el plantel que se quedó a las puertas de la gloria en el Mundial de Indianápolis 2002, Antonio Salvador Sucar fue el primer tucumano en tocar el cielo con las manos. Y no sólo por sus 2,02 metros de altura. Pese a que nunca vistió los colores “albiceleste”, se consagró campeón del 1963 vistiendo los colores del eterno rival: Brasil.
En años en los que Pelé dominaba el fútbol mundial con una selección imparable que conseguiría el bicampeonato mundial y María Bueno exponía toda su calidad en las canchas de los principales Grand Slam, Brasil gozaba de su geração dourada do basquete en la que Sucar fue uno de los protagonistas. Pero, ¿por qué representó a la “verdeamarela”?
Si bien el pivot nació en Lules en 1939, a los siete años su familia tomó la determinación de mudarse a San Pablo. ¿La razón? Su padre, Don Antonio, buscaba una ciudad que le presentara mayores oportunidades económicas para sus 12 hijos, entre los que se encontraba el pequeño Antonio.
Ya instalados en suelo paulista, su familia puso un negocio en la “rua 25 de março”, uno de los centros comerciales más grandes de América Latina que está muy identificado con inmigrantes de origen árabe. Según explica un suplemento realizado por Esporte Club Sirio, el pivot, sin descuidar sus estudios, se dedicaba a la venta de toallas que eran fabricadas por su padre.
Su primer contacto con la pelota naranja lo tendría en el Colegio Batista-Brasileiro, en Perdizes. Sin embargo, su idilio con la “rubro-branca” comenzaría en 1955, donde se ganaría el apodo de “O Nene” y vestiría el histórico dorsal N°12.
Si bien ya se destacaba por su altura, lo cierto es que la falta de corpulencia era un déficit a corregir por el luleño. A modo anecdótico, el joven Sucar recordaba los fines de semana en los que viajaba a Itanhaem, un municipio paulista, en los que debía recolectar leña para prender la cocina. “’Monta’ pensó que podía ser una buena manera de entrenarme. Así, agarraba el hacha y cortaba árboles enteros. A veces eran demasiados, ja”, recordaba sobre los días en los que pasaba en la casa de Miguel Ignacio Pereira, el entrenador de Sirio en ese entonces.
En 1957 llegaría el primero de sus 38 títulos con el club Sirio: el Campeonato Paulista de Aspirantes. Su gran actuación hizo que fuera considerado una de las grandes revelaciones del torneo, por lo que fue promovido al primer equipo.
Así, el histórico DT Togo Renan Suárez, más conocido como “Kanela”, se fijó en sus cualidades y, un año más tarde, decidió convocarlo para la selección brasileña. Su gran porte lo ubicaba como uno de los primeros pivots gigantes del básquet brasileño ya que, hasta ese momento, quien más se destacaba en dicha posición había sido Edson Bispo dos Santos quien medía 1,95 (siete centímetros menos que Sucar) por lo que el joven tucumano era una “novedad” en su posición.
Pese al ascenso meteórico en su carrera, el abogado iba a vivir su primera frustración deportiva en 1959. Ese año no pudo integrar la Selección que conseguiría el primer Mundial de la historia de Brasil dentro de la disciplina. El motivo de su ausencia fue un problema de papeles que impedía que se concretara totalmente su naturalización.
Ya con la nacionalidad brasileña a disposición, Sucar disputó el torneo Sudamericano de 1960 en Córdoba, competencia en la que vencería 56-55 a Argentina en la final. “Había salido en las noticias que yo era argentino de nacimiento y todo. Entonces los muchachos estaban enojados conmigo, pero yo era brasileño. Mi baloncesto siempre ha sido brasileño. En la final, estábamos perdiendo 55 a 54; faltaban siete segundos y me hicieron una falta. Entonces, acerté los dos tiros libres y ganamos”, contaba sobre aquel torneo que sería el primero de muchas alegrías con la “verdeamarela”.
También integró el plantel que consiguió la medalla de bronce en Roma 1960. Si bien la conquista fue la mejor marca de la historia de Brasil (sólo la repetiría en Tokio 1964), el abogado siempre quedó con la espina en el ojo por la derrota por 64-62 frente a Unión Soviética. “Sólo lo perdimos porque el juez realmente lo robó”, decía a los medios brasileños en referencia a aquel duelo.
Su mayor hito fue la obtención de la Copa del Mundo de 1963 en el que compartió equipo con Amaury Pasos, Wlamir Marques, Ubitarán Pereira Maciel, Carlos Domingos Massoni, Benedito Cicero Tortelli, Carmo de Souza, Jatyr Eduardo Schall, Luiz Cláudio Menon, Victor Mirshauswka, Waldemar Blatskauskas y Friedrick Braun.
Según Sucar, Brasil llegaba con dos ventajas sobre sus rivales. “Primero, jugábamos en casa que siempre es más fácil. Segundo, veníamos de varios torneos en los que habíamos mejorado nuestro juego colectivo”, explicaba sobre la conquista que lograron en el Maracanazinho en la que se impusieron a grandes potencias como Yugoslavia, Unión Soviética o Estados Unidos.
En 1968, decidió dar un paso al costado de la Selección con el objetivo de brindarle un mayor tiempo a su faceta empresarial. “Mis negocios particulares estaban creciendo y no tenía tiempo para quedarme en una concentración y seguir entrenándome. A eso se le sumaban los viajes. Además, consideraba que los jóvenes merecían una oportunidad”, explicaba el abogado, quien tenía una inmobiliaria familiar junto a sus hermanos.
Sin embargo, su relación con Sirio no se acabaría allí. Sucar disputaría dos Copas Intercontinentales de Clubes de la FIBA en 1969 y en 1973. En esta última ocasión, salió subcampeón del torneo que se disputó en San Pablo, cayendo en el partido definitorio frente a Pallacanestro Varese de Italia.
“¿Perdimos el Mundial de clubes? No. Obtuvimos un sub campeonato, que es una clasificación excelente en un torneo en el que participan los mejores equipos del mundo. Ganamos experiencia para no repetir esos errores”, enfatizaba exponiendo su filosofía positiva de vida.
Según recuerda Rodolfo Succar, uno de sus primos que vive en Tucumán, el basquetbolista volvería a la provincia en la década del 70. “Nos visitó en esa época. Él hablaba español y mucha gente se sorprendía por la altura que tenía. Casi nadie sabía que había sido campeón del mundo”, comenta.
Así, luego de 18 años de carrera, Sucar se retiraría del básquet en una ceremonia organizada por el club de sus amores. En dicho evento, reconocería que sólo le quedaba el sueño pendiente de haber conquistado la medalla dorada de los Juegos Olímpicos. “Siempre que Estados Unidos lleve sus mejores jugadores va a ganar”, decía al respecto.
Los años siguientes, el pivot los pasaría junto a su familia en San Pablo dedicándose a la actividad privada hasta su muerte el 31 de diciembre de 2018. Más allá de esta situación, la memoria de Sucar permanece viva en los conocedores del básquet: un entusiasta tucumano logró alcanzar la cima del mundo.